Lo que quieren ocultar
Las protestas no se realizan en espacios vacíos y aisladamente. Es la manera en que un sector de la sociedad “irrumpe”, intenta gritarle al país, para que reaccione. Son al menos cuatro ya las acciones que se hacen en Lima en defensa del Valle del Tambo, en rechazo a la manera violenta con que el Estado reprime a la población, cansados de tener decenas (sí! DECENAS) de muertos en el país por conflictos sociales, la gran mayoría por armas de fuego que portaba la policía. El 27 y 28 se hicieron en la MacroSur movilizaciones de solidaridad con la lucha del Valle del Tambo y en rechazo a la muerte y a la represión, a la manera violenta con la que quieren imponer un modelo de desarrollo que, a todas luces, muestra su agotamiento y su pérdida de legitimidad social. Esta indignación social, cada vez mayor, no puede “analizarse” con la condena a acciones violentas de un sector que todos sabemos es minoritario. No justifico los desmanes en cuatro cuadras del centro de Lima, pero creo que es de un maniqueísmo extremo equiparar esta acción, criticable por cierto, con la muerte de 4 personas en el conflicto de Tía María y decenas de personas (más de 40) en lo que va del gobierno de “la gran transformación”, sin que exista sanción a los responsables dentro de las fuerzas del orden, sin que hayan cambios en las prácticas de “represión” de esta institución.
La policía está cada vez más deslegitimada. ¿Quiere decir esto que todos los policías son violentos y buscan sembrar armas en la población que protesta? No, obviamente no. Hay muchos oficiales que intentan hacer su trabajo conforme a derecho. Pero sí hay una práctica, sistemática, en los conflictos sociales de agredir brutalmente, de usar armas de fuego, de detener arbitrariamente a la ciudadanía que ejerce su derecho a la protesta.
Las imágenes de policías agrediendo, porque con el avance de la tecnología y su distribución masiva hay cada vez más opciones de registrar el “momento”, proliferan en redes sociales. Este post tiene la imagen que alguien ayer captó en la protesta, un policía que está claramente apuntando con una pistola. Hay imágenes de policías, varios, rodeando a un campesino, sólo, golpeándolo con escudos hasta que sangra. Las hay también de policías montados, palo en mano, golpeando a jóvenes en la cabeza y agrediendo a manifestantes.
Es una práctica constante el detener arbitrariamente. Porque, insisto, criticando a quien haga falta por ensañarse con el espacio público, la reacción de la policía no es ni proporcional a la acción, ni mucho menos direccionada sobre los responsables de la misma. Tiende a ser contra manifestantes que “cogieron” en el camino. Y ayer, sorprendente, fue una detención contra ciudadanos que se acercaron a la comisaría a averiguar quiénes estaban detenidos y qué cargos se les imputaba. Hasta las 11pm, más de dos horas después de producidas varias de las detenciones, los abogados NO PODÍAN ENTRAR en la comisaría. Tuvieron que llegar Congresistas para que se permita el ejercicio del derecho a la defensa. Eso es un ¿Estado de derecho?
Lo sucedido debe llevarnos a quienes demandamos transformaciones profundas en el país, y estamos indignados y frustrados con la manera en que actúa el Estado impunemente, a repensar las acciones de lucha y las formas de organización y acción social. No dejar cabos sueltos que permitan luego legitimar el discurso conservador y macartista. Pero no podemos de ninguna manera dejar de reaccionar contra el sector de la derecha política, económica y mediática, que pretende silenciar las razones del conflicto, invisibilizar las muertes y la violencia ejercida contra la ciudadanía.
Hoy amaneció con comentarios de muchos líderes de opinión y medios de comunicación condenando con gran indignación la acción de algunos (ojo algunos) de los manifestantes que ayer sacaron adoquines de las calles, rompieron señales de tránsito y levantaron parte de jardines a lo largo de cuatro cuadras en el centro de Lima. La protesta que ha sido nacional, pues parece que muchos olvidan que se organizaron manifestaciones en varias ciudades del país, queda reducida en el comentario sobre el “vandalismo”.
No celebro la acción de esos pocos que ayer se ensañaron contra el espacio público. En más de una oportunidad he expresado mi opinión en contra de esas prácticas, y no tengo problema en hacerlo las veces que haga falta. Creo que el espacio público – el poco que hay – debiera ser “nuestro”, nos debemos apropiar de él, y defenderlo. Creo que este tipo de acciones, muchas en reacción por la impotencia ante la indolencia de parte de la sociedad y del Estado ante un conflicto social cada vez más exacerbado, no sirven y son contrarias a sus objetivos. Por el contrario se tornan en argumentos de sectores de la derecha política, económica y mediática para justificar la represión violenta y para achacar el sambenito de “violentistas”. Me parece que no suman, por el contrario restan.
Pero, ¿se puede reducir la indignación pública al comprensible rechazo a la violencia? Quienes están centrando la atención sólo en la acción de algunos cuantos y callando el malestar nacional por la manera en el que el Estado viene manejando el conflicto social, no parecen verdaderamente preocupados por la Democracia o por el Estado de Derecho.
Necesitamos organizarnos, comunicar las razones de fondo de los conflictos sociales, aclarar que sí hay propuestas alternativas al modelo actual. Condenar la violencia, por supuesto, no supone olvidar cuál es su origen. Esta democracia la recuperamos con mucho esfuerzo, luchando contra el fujimontesinismo y ahora la quieren vaciar de contenido. La defenderemos, porque lo que buscamos es Democracia real ahora!